Por: Madeleine Marion

Nuestro país vive un momento de bonanza económica que los padres deberíamos aprovechar en favor de nuestros hijos y su educación.

Vemos jóvenes y niños orientados totalmente al materialismo, pendientes de los juegos de video, la ropa de moda, los aparatos electrónicos y los figurettis del momento. Chicos desatendidos por sus padres y educados por la televisión.

En este contexto, quisiera resaltar la figura de la niña paquistaní Malala Yousafzai, reciente ganadora del Premio Nobel de la Paz,  como un recordatorio de la importancia de la educación en la vida de un ser humano.

Malala sufrió desde temprana edad la violencia de los talibanes en su ciudad, quienes asesinaban y torturaban a todo aquel que se les opusiera y prohibieron a las mujeres asistir a la escuela.

Bajo un seudónimo, Malala comenzó a escribir un blog en la web de la BBC (televisión pública británica) narrando su experiencia, animada por su padre que es maestro. Ella defendía el derecho de las niñas a estudiar y explicaba cómo, a pesar de las prohibiciones de los talibanes, ella y otras niñas burlaban los obstáculos y asistían a clases. Posteriormente, se hizo conocida su identidad, lo que le dio cierta notoriedad internacional.

Sin embargo, esto le trajo consecuencias negativas pues en octubre de 2012, dos hombres le dispararon varias veces camino al colegio. Milagrosamente, logro sobrevivir. Una bala le perforó el lado izquierdo del cráneo y la onda expansiva le destrozó el tímpano. Fue llevada a Inglaterra para operarla de urgencia y ha vivido ahí desde entonces.

Un año después de este atentado, Malala dio un conmovedor y valiente discurso en las Naciones Unidas: “Luchemos contra el analfabetismo, la pobreza y el terrorismo. Los extremistas tienen temor de los libros y los lápices, tienen temor de las mujeres. Vamos a levantar nuestros libros y lápices: Son nuestras armas más poderosas”.

Apaguemos el televisor, o busquemos programas enriquecedores. Desconectemos los video-juegos y compremos a nuestros hijos un libro. Apaguemos los celulares y llevemos a nuestros hijos a un museo.

Se nos ha confiado un tesoro maravilloso y tenemos la responsabilidad de formarlos adecuadamente.

Podemos comprarles a nuestros hijos todos los video-juegos y ropa de moda, pero estas cosas pasan, una buena educación, cultura, modales y valores, permanecen para siempre.

Por: Madeleine Marion, abogada, escritora de cuentos infantiles y  mamá a tiempo completo !